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lunes, 12 de noviembre de 2018

La zona alta | Isla de San Cristóbal.


La primera vez que intenté hacer alguno de los tours que parten desde el malecón de Puerto Baquerizo Moreno, lo hice levantándome a las 6:30 de la mañana para acudir a hablar a con los operadores de los diferentes barcos en el propio embarcadero un ratito antes de las salidas de los grupos.
Vegetación de Miconia del altiplano y helechos endémicos del interior de San Cristóbal.

En este intento fallido me acompañaron mis nuevos amigos argentinos Claudio y Alejandra, pero no tuvimos suerte. A pesar de estar en temporada baja, al reducir el número de barcos que operan las plazas menguan, y todos los grupos estaban completos, por lo que nos recomendaron que fuésemos reservando para los días siguientes.
Vistas al interior de la isla y de la carretera que atraviesa San Cristóbal desde la cima de El Junco.
Un poco decepcionados, volvimos al hotel y tomamos tranquilamente el desayuno, donde acordaríamos tomar un taxi juntos para ese día.
De regreso al hotel, fui preguntando por los negocios locales que me fui encontrando acerca de las excursiones a la Isla Española de los próximos días, pero de momento el único interesado era yo, ya que el coste del tour a esa isla tan deseada por mi era el más elevado de todos, 200 dólares nada más y nada menos, y para que el barco partiera, necesitaba un mínimo de seis personas.
Panorámica de La Laguna de El Junco.

Después de hablar con varias de estas pequeñas agencias, llegué al acuerdo en una de ellas de que me reservaran plaza pero que si no se apuntaba el número necesario de personas me lo cambiarían para hacer el tour conocido aquí como el 360º, uno de los más populares de la isla de San Cristóbal, que tenía un costo de 130 USD. A las 17:30 horas me avisarían de que nadie más se había interesado por la Isla Española.
Justo al terminar el desayuno, nos asomamos a la puerta del hotel y vimos pasar una de esas camionetas que hacen de taxis y pactamos con el conductor, de nombre Carlos, hacer la excursión típica que hacen los visitantes por los 60 USD que cobran también como uso y costumbre. Carlos nos pidió una media horita de espera, para poder llevar a su hijo al colegio y así quedamos.
Casa del Ceibo, a la salida de Puerto Baquerizo Moreno.

La primera parada que nos hizo Carlos, justo a la salida de Puerto Baquerizo Moreno, fue en la Casa del Ceibo, una turistada consistente en una pequeña casa en lo alto de un árbol y una pequeña cafetería. Ni nos bajamos del taxi y le pedimos a Carlos que continuase el camino.

A unos diez kilómetros de distancia, ascendiendo por la única carretera asfaltada que cruza junto a su carril bici la isla de oeste a este llegamos al primer sitio interesante que ver, la Laguna de El Junco.
Fragatas sobrevolando La Laguna de El Junco.

Situada a unos 700 metros de altitud, se halla esta laguna de agua dulce ubicada en el cráter de un volcán. Es uno de los pocos sitios de las Islas Galápagos donde se acumula agua dulce procedente de las lluvias, además de que San Cristóbal sea la única de este archipiélago que puede presumir de tener su propio abasto de agua potable.
Fragatas bañandose en La Laguna.

Debido a la altitud, aquí el clima es húmedo y neblinoso, y lo sentí durante el pequeño sendero que hay que ascender entre la vegetación típica de Miconia del altiplano y helechos endémicos hasta llegar a la cima del cráter.
Sendero que lleva al cráter de La Laguna de El Junco.

A los pocos minutos de llegar a la cima tuvimos la grandísima suerte de que el clima nos dio una tregua y despejó, permitiéndonos contemplar a las elegantes fragatas bañarse en el agua dulce de la laguna para limpiarse la sal marina de las plumas. No creo que tenga que contar lo que distruté exprimiendo el modo ráfaga de mi cámara de fotos.

La siguiente parada que hicimos fue en La Galapaguera, no sin antes entrar por un camino de tierra y hacer una pequeña excursión a lo 4x4 para que Carlos le echase una ojeada a la finca de una cuñada suya.
Galápagos juveniles de La Galapaguera.

En La Galapaguera pude por primera ver uno de estos centros de conservación que hay en las tres islas principales en donde cuidadores expertos hacen que estas enormes tortugas de tierra, nazcan y crezcan viviendo de una manera semi natural, para una vez que se conviertan en adultas devolverlas a los lugares del interior de las islas en las que fueron encontradas.
Estos enormes reptiles, además de su enorme tamaño, llaman poderosamente la atención por los sonidos y gruñidos que emiten al expirar.
Cerveza endémica y ceviche de camarón con arroz y patacones.

Después de dar un buen paseo por La Galapaguera, le pedimos a Carlos que nos llevara a algún restaurante, y este nos condujo a el Malavita, donde, mientras Carlos aprovechó el tiempo para hacer una carrera extra con unos norteamericanos, Claudio y yo nos almorzamos un delicioso ceviche y Alejandra un Brujo, un tipo de pez de las islas, con muy buena pinta también.
De camino a Puerto Chino.

Después del almuerzo, Carlos retornó a por nosotros y en su taxi nos llevó a ver la aislada playa de Puerto Chino, punto final de la carretera que atraviesa la isla.

Puerto Chino es una solitaria playa de roca y arena blanca preciosa, donde por lo visto acuden muchos surfistas en temporada alta, pero que en la época del año en la que nos encontrábamos estaba totalmente solitaria, salvo por los leones marinos que yacían tumbados en la orilla, solo girando la cabeza para observarnos con ojos aburridos.

Desde la orilla avistamos tres enormes tortugas marinas así que aprovechamos para darnos un chapuzón con ellas y después de una horita nos retornamos al taxi que ya nos condujo de vuelta a Puerto Baquerizo Moreno.
Después de dejar la mochila en el hotel me volví caminando hasta el Malecón para buscar cena y confirmar con la agencia lo que iba a hacer al día siguiente.
Con mis amigos Alejandra y Claudio en playa Puerto Chino. 


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